miércoles, 7 de julio de 2010

I

Puesto que hay escombros
y las onomatopeyas han desaparecido en el mar
caminaré las ciudades sin voz
calmadas de fraternidad espúrea y dulzuras atroces
como en ese sueño
que soñé
que todos nos mentíamos
y así alcanzábamos un consuelo.

Oh, vigilia atroz de luz
que me alcanzas en el límite de mi vista
para con estos almidones incendiados,
déjame cegarte a ti
pleno de soles que ahogué en un charco
aquella tarde de renuncias que me fueron impuestas.

Divina sombra
déjame tu manto de piedad
para así levitar las luces
que antaño me han cegado,
mientras estos escombros no se detienen.


II

El resultado de todas las rejas
las sangres dispersas en los nombres
de la balaustrada de mi bienvenida.

Y me han elegido mi irrefrenable compulsión
por los yogas oscuros
las inversiones de gestos
o las contradicciones de respiros.

Ay de mis renuncias puestas a prueba!
Y el conjuro de Minos
la locura fatal de mis despedidas
me espera con el látigo último.


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