martes, 29 de marzo de 2011

El sol detrás de la montaña (Fin)


I
Una silla
y mirando el sol.

Los caminos se fueron,
levantaron sus largos vestidos
y me dejaron una silla
y solo miro el sol.

Las flores cambiaron sus nombres,
ya no sé ni uno,
aunque al oído me dijeron
que hay una silla
para mirar el sol.

Los perfumes se fueron.
Y así de a poco,
una silla
en la ceguera del sol.

II
Las cicatrices vibran en el silencio.

La sequedad del aire anuncia el desierto,
el graznido anuncia las aves,
mis pies anuncian los círculos
y la voz...
... la voz ya no anuncia nada
porque ya no hay garganta
que el hada verde no se haya llevado.

III
Un montón de incongruencias bajando la calle,
subiendo la calle, atravesando la calle,
saltando la calle, volando la calle,
y la no calle, la tierra, la hierba,
confundiendo y atando formas de papel
y apurando una primavera errada.
Todos se apuran a tener su capa,
su castillo y su leyenda
y no saben que el resto
es un poco más de lo mismo
y ahora
y después.

IV
Eso fue todo
traer las viejas flores olvidadas
aunque parece que el aroma
se quedó en el viento o quizás
no había aroma al final
y todo era
esa proximidad de seres
que revoloteaban de átomos
que enredaban las distancias
y perdían los sentidos
que caían sobre el otro.

Eso fue todo,
una confusión
de las inacabadas galateas.

V
El oriente
para el viejo caballo y yo.
Para los dos, detrás de esa montaña,
que nadie jamás escaló o sí,
pero nunca volvieron para contarlo
porque acá...
... acá no hay amarillos ya,
acá me voy yendo,
a descansar de los no,
de las posibilidades que ya no
y antes no y mañana no,
los silencios de los que temieron
la pluma que siempre se fue
la pluma que siempre se va
por la niñez perdida
que en tu pecho, mi dulce dama
aunque no, y ya no.

miércoles, 23 de marzo de 2011

ntretusismebraanoche

y si asi fuera de tan simples cosas a las que me remiti
que no sin saber sino ta ve z demasiado sabiendo
que el repulsionar las hondonadas
que rerrar las avisapàs del encanto molecular
porque una vez
u y nnio dos veces

lograste, lo lograste esta vez
y una vez mas como esa
vez
que tanto
te dije
no mi dia no mi hoy fia no mi ser
pero los zumbidos suferon alertandome porque sabian
sisisis
asabiean
que todos se confsabukan para no despertar
y dejamre despierto entre los calores de tantos
soloes
tantos soles
amainó la ventisca
se prendió el fuego rojo
y me empujaste esta vez
auqe yo no queria no venia bien
ero emi dia hoy
no mi hoy, pro ofavor

invento voy inventano quehaceres nuevos
voy inventando desodrdenes diversos porque seo las fojo
la oultima
apeoro o oa ojjeok...

miércoles, 9 de marzo de 2011

Prensaron los molinos de viento
para esconderlos bajo una roca
antes que viniera el demente de siempre
a emborrachar las aspas con la tinta enmugrecida
con los pinceles desparejos

Relluvias

La relluvia,
por la decadencia, por el pasto de la mente,
por el asiento del acompañante.

Repartía viejos sacos húmedos
donde decía habia guardado la lluvia
y saltó las cuerdas de las niñas,
para seguir el paseo profeta
a indulgencias con los simpáticos erróneos.

Relluvia,
como si ella no, como si no su pecera de engaño,
la pecera sin peces, de las lágrimas
o de la lluvia
que usaba para despintar los cuadros lindos.

Rellamaron los descosidos
que pies por la calle detrás,
que atascados a sus faroles de siempre,
que secos de sol y luz.

Tuvo el éxito, el desorden para su paso,
hilarante,
vendiendo lluvias
cuando ella tenía tantas
y tantas que solo guarda.

domingo, 6 de marzo de 2011

Entidad

I
Cuerdas rotas
se le cayeron en el invierno
por las graderías
por el mármol de a intervalos
que recorría los techos de su palacio.

Persiguió al aire culpable
y trepó montañas buscando el hálito
y solo quedó un dedo en tierra

y el mundo empezó a girar

y ya nunca pudo bajar.

II

Hace girar el mundo
con su pie
con su poco
intentando
el cometa
que siempre se le escapa.

Viaje hacia abajo en los círculos

Posé mis oídos en el agua
ví los círculos a través de los peces
y pude husmear los bemoles profundos
que me cobijaron con las redondeces del agua,
con los sinfines de oxígeno.

Puedo nadar como camino,
puedo saltar como nadaba
se me torcieron las muñecas
al intentar agarrar dos dioses
que se escapaban de mi medio yo

¿Quieren venir, queridos?

Dioses que huyen del reino
del agua al reino, de los reinos
a los dioses los reinos
y los peces, húmedos en la humedad,
solo asistían al relleno de las palabras
que intentaron pero ya el fuego no
que intentaron
como esta vez
en que ya voy perdiendo lo que me queda de agua,
lo que me queda de dependencia en el frenesí necesario
necesario
porque el fuego
es mentira que no existe en el agua.

Mapa

Anexiones de lo que le gustaba,
un mapa le recorría la piel
y le hacía añicos las persianas del irse a dormir,
herido de las cosas
que están
y ya mañana o quizás o tal vez
ya no.

Luz a luz

Dulce el paso lento de las hojas
que se hacen sombra para relanzarse de luz
en las baldosas que tantos veranos
tantos otoños tantas aguas
y tantas historias simples
que se redimensionan con los desvaríos
de la luz que se transforma en luz
para dar de lleno en la nariz del día.

Eleva, como siempre,
las sustancias de las memorias,
las leyendas de las cosas que nos tocan.

Quietud de la quietud

La misma quietud de la media quietud
los unísonos que se desperezan metálicos
con el tintineo, con los brazos rotos y
los silencios que siguen a los silencios,
redoblando las campanas rotas
de las que no quedan sino la forma
en un diagrama aéreo
de las viejas formas, de los suspiros del no querer
no querer soltar las sábanas.

Quietud de la quietud
que si el océano fuera liso
que si caminara las hojas que caen
en la lenta escalera a los otoños
que los demás pierden

quietud que me sin nombra,
quietud que me sabe solo
yendo con las cintas del desvelo
a tapar los círculos que arman los sonidos.