martes, 24 de abril de 2012

Cima

En la cima de la montaña
alguien dibuja;

las manos dan forma a los átomos
dejan caer las creaciones,
cae el horizonte,
cae la luna hecha pedazos,
caen las voces...

al prolongado eco del desierto
calla
la más fuerte voz.

Vibración
del hechizo;
de la garganta
a los cielos rotos.

jueves, 19 de abril de 2012

Oriflamas de la mañana

El alba retorcido, seco
cuelga de un árbol lejano
mientras las floreadas llamas del campo
marcan el paso de la mañana furiosa,
atropellada de la suave virulencia
en cada recorte exacto
llevándose áureas líneas del alba.

La orgullosa brillantez de sí misma
en cada color el fuego
del amarillo el fuego
del verde el fuego
del blanco el fuego

de todo
la inquietud interminable
de llevarse todo hasta que del sol
ya no se pueda esconder.

Escapando en las sombras,
atravesándolas
era la reina
poruninstanteundíauna mañana.

lunes, 9 de abril de 2012

Pálida ausencia

Pálida de ausencia
en mi espejo,
en las telas de la casa,
el sueño que te arrastraba
en la sonrisa muda

cada rincón;

la ventana dejaba cada día
algún verde, algún rojo,
algo lúcido, vibrante
la hierba o la montaña
el agua o las nubes ciegas
todo por un cielo
en otro ángulo existente.

Pálida ausencia,
pálida mi mano
en el momento de nuestros cruces
en la noche blanca

y caen todas mis cosas de la mesa
quedándose en el aire.

En la crisálida



Los ojos en la piel,
el oído en la boca
y así,
el orden primero,
con el mar horizonte de las heridas futuras,
el mar
de ser un pez interminable
experimentándose a sí mismo
en el orbe
universo
sin paredes en los sentidos.

Libélulas vagas

I

Lumínicas manos
tocan la noche,
las libélulas sobre los ojos;

lumínicas manos
se dejan el aire solar
más anciano del amarillo.

II
El sueño desnudo de la mañana huye
por entre las calles de interminables repeticiones,
los espejos caídos del otro mundo,
el único mundo de aquella vez.

Las sábanas abandonadas en la ventana,
la canción en el trigal imaginario;

retorcido viento soltando las ropas,
nubes indecisas que caen del no;

bocas en el silencio
de la palabra esperada.

III

La arena de mil formas
en tus pies inquietos.

El mar
espera
con su calidez de lluvia ida
y voces antiguas
de sol, de luna, de siempre,
la calidez
de la inquietud de la piel
con la sal en sus bordes
y la noche derramada.

IV
La puerta impredecible de la mañana
que no se termina nunca.

En medio del todo
en los bordes de la nada de los demás
un pie traspasa el aire,
nace una nube
y cae un halo de sol.

V

Un hilo de lluvia
atraviesa la ventana
y aún no llueve
y no piensa hacerlo
quizás nunca más.

El sol se queda aún
y le dijo a la noche que ya no,
ya nada importa,
que vaya a un quizás de por ahí,
que ya no,
no importa.

El hilo de lluvia cae último en la hora,
en la última historia de la tarde,
cae
sin sonido en el universo entero
una lluvia
mínima
una lluvia
que besa la noche
y al día que se queda.

VI

Libélulas vagas,
pájaros vacíos de luz;
es la noche,
la inmensa noche
de asir los silencios
amarrar las mudeces de delirios

las bocas que aman
los cuerpos que vibran
las manos que vuelan
entre los lazos rojos de la muerte sabida,
temida,
la muerte sin importancia
del caminar la distancia
y ver el paisaje

teniendo algo que decir
sin palabras
sin cuerpo

pura alma.

lunes, 2 de abril de 2012

Tardecaída

I
Los pájaros líneas inconclusas
traen un viento herido
en el desdibujo de la tarde que cae.

Los pájaros desbandados de horizonte,
de cristales cielo la ida
en el sol apagado de sombra;
espalda a los labios vibrando,
inconexas voces perdiéndose

entre pájaros confusos,

y los hombres no ven
la más cara dramaturgia celeste
abandonándonos para siempre.

II
No llegar en el tiempo más vibrante,
hacerlo en la caída.

No besar lo más puro del sol,
sino sus retazos.

No hablar cubierto del oro de las de aves,
hablar en el mutismo de la luna ausente.

No ser lúcido en una mañana eterna,
ser apenas una sombra abandonada a mediodía.

No sentir el cosquilleo de la tierra oscilando,
temer la vastedad del universo.

Y los silencios la voz más fuerte.