Armé la jugada,
la discreta partida
con los dados ocultos detrás
y entonces me rozó
la ventisca
el mal augurio
de estas nubes que se ciernen en mis barrotes
y perdí la suerte
y los dados trizas del suelo hicieron
y era, en el fondo,
la arena húmeda
la que me arrastraba
pero tal vez
aún estando de cabeza
en el otro lado,
esté mejor.
miércoles, 7 de julio de 2010
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