martes, 4 de enero de 2011

Un adiós en un violeta incierto

Una mañana se quedó en mi piel,
una mañana se quedó conmigo
y me vistió, y me alargó el día
hacia esta hora que será la misma
muchas horas después.

Lluvia cayendo del techo más alto,
entre las nubes que dejaban poco sol
para estos mortales que se desviven
por un pedazo de luz, una inquietud
de querer todo el universo
en un puño o en la mano.

Y yo que dejé una luz ir
y esa mañana me sigue,
y la luz que veía desarmarse,
la luz de cada noche en la ventana.

Serán estos pies que no toleran el suelo
será esa luz la mejor luz del mundo
de la que simplemente debí alejarme
para intentar todos los espectros y halos
de días y días y noches y los entredías,
será tu brillo la ausencia
de mi yo en este mundo
solo por un pedazo de oscuridad
de un camino incierto
que pude haber dejado en el sueño más claro

pero

y ya no sé
si hice bien o mal
solo sé que hice
y a ello me enfrento
y me enfrentaré.

Una mañana se quedó en mi piel,
una mañana se quedó conmigo
y me vistió, y me alargó el día
hacia esta hora que será la misma
muchas horas después.

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