¿Viste el plenilunio inquieto en el mar?
Las manos aún arenosas
la piel aún salada
y el frío bajando del sol que cae.
La cinta de tu pelo
quiere volar e intentar cruzar ese mar
y se va y corrés tras ella.
El agua se desarma en tus talones
cuando yo te miro
en las últimas incandescencias de la tarde.
Y la sensación
de los infinitos mundos allá detrás
porque el miedo no existe
es solo la distancia que pudo haber entre nosotros.
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