sábado, 1 de enero de 2011

Equidistancia

I
Parálisis esféricas
a los recodos de nuestros encuentros,
atomizando los rincones a ráfagas
de la incandescencia elíptica
del radio de los enigmas de cuerpos.

Y fue un largo vestido
que no se podía desenredar de mis pájaros
en el vano intento
en el vano intento...

II
Diciendo el secreto nombre de un aroma
que el viento lleva silencioso
como en un ademán de milagros ocultos
dados solo a los elegidos de la luz
entre las tantas sombras...

Se me queda el sabor de puerto
se me queda en los labios el suave mar indefinido
que recorriste en mi llegada tardía a los hechos
al intento del desenredo
de la maraña de tus sueños alocados:

nadie puede alcanzar las magnánimas puertas
que lucen tus brazos
cuando el poniente se disfraza
de mendigo y nos trae los harapos
en la humedad de la plegaria
que espera en la paciencia
de los abedules que miran
extasiados de la hora.

III
Trajeron a los santos de este reino circular
para que nosotros, los ideados,
seamos los cíclicos nadadores
de estas aguas fraudulentas
que esperan el rayo.

¡Oh, santo rayo!
¡Quién no quisiera la fuerza de tu ser
adormilando a los impacientes de las monedas de plata!

Pero aquella,
ella,
la luz y sombra de la vendimia
vuela en él
y el rayo revela secretos
que ni a nuestro reflejo
en la clara noche
desprendida del día...

IV
Tu laberinto,
tu mapa inconcluso.
tu forma interminable
de apenas te desprendés de mi.

¿Qué es la medida
del largo de las idas
sin los resquemores
de los colores decadentes
aprisionando nuestras ventanas?

Un revuelo de pájaros
distancia nuestras sombras
al paso del sol inseguro
entre dos gigantes posibilidades
de conquista de este pequeño mundo.

Tu laberinto, en la espera
de mi liberación de los códigos ocultos
que suelte tu mano a la mía.

V
Las réplicas son insuficientes
este vasto territorio de formas coherentes
nunca nos alcanzará, lancemos los cuerpos
anestesiemos las miradas de las aves
transformemos nuestra sustancia
en receptáculo de las incoherencias
que al dios se le escapan.

Seamos libres, mi alma cuerpo mujer,
seamos todo en el espesor de los bordes nuestros
anexemos cada extremo del otro, fundamos
los anhelos que escapan de la ebriedad del desvelo
de tanto tanto por tan poca porción de aire
que el cielo se nos lleva
sin el cambio a la espera creado.

VI
¿Cuántos soles perdimos
por la avaricia de las tardes
que quieren a todos los seres?

Contamos solo en la noche
los soles que nos distan
más allá de la extensión de lo que los demás dicen

pero no podemos poseer nada
porque no lo tocamos aún.

¿Quién dijo que esa porción de la galaxia
es no nuestra?
¿Quién nombró las elegías vacías
de hombres que hacen exactas las palabras?
Todo se transforma y nada permanece
así como tu silueta
y mi derredor que te regalo
con cada nueva lejanía
que mi bolsillo guarda
lejos de las profecías tan ciertas.

VII
Até globos a mi entierro
y así todos
fueran volando a buscar
lo que yo también y no,
el simple de no estar ahí,
en la confusión de colores insípidos
saltando entre aguas secas
y despilfarros de sueños.

Mi niña, mi sol azul,
soltemos las ataduras del cuerpo
que ya no nos basta
para tanta incertidumbre
y los límites impuestos a la mano
en el circo de las celestes esferas
que dinamizan la mirada
y entristecen el tacto nuestro.

¿Qué otra cosa podemos pretender
que el todo todo todo?
Si vinimos sin razón aparente
a resquebrajar un orden exacto
para estar siempre fuera.

Mi dulce, mi microcosmo,
saltemos sin las dudas
de los sin nombre
que no son capaces de cincelar
su porvenir en la piedra
del círculo en su eterno mirar sombras.

VIII
Siempre recortás el sol con tu pararte así,
tan creyente de tu divinidad
y yo soy tu primer devoto
que sacrificaría la mirada ante la incredulidad
del saber así la forma que desarma
el sol que siempre,
siempre,
regresó enfundado
de la gratitud de la paz.

¡Pero el sol se adormece!
Pero el sol se erosiona
en su paso por las vidas
y es que tanto por vos
que una mirada lo abandona
creyéndolo único
de la forma de tu alma.

IX
Me gasté la suela en falsos círculos
que no llevaban al mismo lugar;
me gasté el pie mismo
en la desventura del nombrar cosas sin nombre
buscando la palabra secreta
de tu naufragar y el mío.

Mendigué en tu forma
que mis manos intentaban
en el callejón de las desidias
que confundían la patria y el arma
y yo no
¡Yo no!

¡Yo que prediqué un nombre sin forma
sino el que a cada uno el barro de las manos!

Mendigué en tu recuerdo,
hielo de despertares de cada mañana;
espero aún que la galaxia se reconcilie
con las posibilidades de dos extremos
que una vez se tocaron
para separarse por culpa
de un rayón en el cielo mismo.

X
Disolución de casas aéreas;
todas caen a enterrarse a la tierra otra vez.

Y es que él las quiso a todas,
es que yo la quise a una
y esos dos vórtices
colapsaron los rieles
de la anatomía celeste que iba
sin forma incierta a algún lugar.

Y todos que amamos las estatuas
que nos sobreviven como dioses
quietos, esperando la hora del renacer.

No pudimos no aferrarnos,
no pudimos extinguir la distancia
porque mi costado
y tu costado
serán siempre uno.

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