viernes, 28 de enero de 2011

Ida


I
El sonido sol,
el pájaro antediluviano posando las marcas arenosas,
aún,
la introspección lunar, las cruces inflamadas
por todo lo alto y por todo cuerpo
que se es a sí.

El rayo resquemor amarillo,
la sed inagotable, los puentes caídos,
las esperas interminables
que se van
y se van, sin regresar nunca.

El estruendo iris, la simple corona
de hojas azules;
la llamada incierta
por entre los crisantemos heridos.

Y todos los que huyen
y todos los que huyen.

II
Alumbraron la cosecha con el fuego erróneo,
confundieron los sofismas solares,
se dispersaron los ángeles equivocados,
enterraron las semillas en una nube.

Todo se derramó, inconsciencia del par
de hermanos que costaron las inundaciones.

Inexperiencia del olvido supremo,
desidia de los cielos que de tan puros
puro el invierno y secos los veranos
y con tanta túnica encima.

Aleteo de un embrión de libélula
por entre las ramas venidas de la mañana errónea
llevando el mensaje
que caerá a los pocos metros
de esta podredumbre
de los más bellos coloreados.

III
¡Abedules! ¡Abedules!
La flamígera seña de la sombra,
la inhallable serpiente lunar
herida de amaneceres, rota de ocasos.

¡Abedules! ¡Abedules!
Díganme su nombre para estas hojas
de lo último que va quedando
bajo la luz implacable
que desarma todo lo blanco.

Abedules,
llamen a los corsarios celestes
que naden los habitáculos del circo solar
para responder la llama
y encender el agua
bajo el manto de las lluvias
que se niegan a regresar.

Abedules,
seamos juntos el sonido
de lo que nunca ya caerá.

IV
Ya el óxido toca la sombra
y se esconde de las miradas
a la ultratumba, a ocupar
nuestros lugares
tan harto esperados.

"Pero es que no los vimos,
pero es que no sabíamos"
dijeron los hombres
sentados en las copas de los árboles
que se precipitan con el estruendo de lo último,
lo último serpenteante por las rocas
que devoran las magias
que nunca existieron.

¡Sí la magia! ¡Sí la magia!
Ondeó la espuma por el lodo,
se rió la serpentina
hilada con los harapos
de todo lo que quedó atrás.

Sí a magia, señores,
oculta en las profundidades del hierro
de una vez allá
de los tan allá
que la herrumbre devora
a los santos de las grietas
que por siempre se cerrarán.

V
Y el errante
que tan ha de caminos
puso término inconcluso
puso incorregidas mantas
por tan salto puro de grieta
y anduvo saliendo víboras
y entretuvo galaxias, enredadamente,
enlodadamente,
hacia el para, hacia ahí el ahí,
postrando miradas
desconectando árboles de manos,
separando dedos inconsistentes.

¡Qué tan ha de ha!
¡Qué sonoro paso errado!
¿Quién erra ya sino el no errante?
¿Quién oye no
que siempre en el suelo?

¡Ay, vidas!
Ay, vidas, sermones felices
para la simpleza del otoño
en el cómodo no amarillo
en que pudimos sernos tan vastos.

El verano devora suertes petrificadas.

Errante el que anda de ha, el que siente de lo que
¡Ah, sí! Tan incierto
ante los desesperos
de todos y todos y todos
por los pies, por las manos,
la cuatro patas sosteniendo la tierra
para que no se vaya.

¡Y aún así!
Errante.
Errante.

VI
El errante
y
el
cuchillo

no camines el borde
no te sientes que la luna
ya no lloverá tus raíces.

Tres veces no ya no
dos esta vez
reescribiendo va el águila,
que una vez fue hombre,
errando los presagios
para la posibilidad infinita
en que de todo o tan que así.

No todo tan que así, no,
del todo y el azul y el verde nos fuimos
porque ya tan no perdimos la cuenta;
irrisorio todo, encolumnado todo,
enraizado por los santos que se desmayan
y no saben entender
el nada de la nada.

VII
Los confundieron,
los desentendieron
intentando si quizás una llama
o un trozo de agua helado
o una porción de tierra
pero no el aire
que nunca se sintió antes.

¡Se apagan todos los horizontes!
Aunque solo
para nuestras miradas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario