domingo, 12 de junio de 2011

Resurrecciones y esas cosas

I
¿Cuántas veces muerto en las tardes
y de resucitadas mañanas
las más pocas?

Llama mi nombre, ave,
salven mis sueños,
peces,
que desangrando el camino,
que perdiendo las huellas
voy tonificado de los pesos enormes
de las marcas rojas de las cosas.

¡Las cosas!
Como si algo, como si todo,
fuera tan simple
al argentino
en la cosificación
de lo todo el intento a todo
de ponerle el sello de nada
de mi cuerpo
y mi mente altas
atrapando las toneladas de los átomos
como si nada
como hacia la nada.

II
Mi paso es tan lento
que desespera a la rotación
que me llama y me oprime
con tanto hinchado rayo de sol
que ya no soporta
el demás, el tope de luz,
que pide los estallos
que ansía las depredaciones
de las sombras
las incólumes esferas del delirio
que me llaman
intentan, promueven
la indecencia del tiempo,
las incandescencia de las horas
que me dicen de las botellas
y de las fórmulas mágicas,
por este ser
por este no ser
que quieren encontrar
en la mitad
en el centro de la duda.

III
Me llamaste alguna vez
y ahora ahí,
tan invierno de distancia
tan atareados tus árboles
que nunca antes
que sí antes, no antes
si tu antes, si mi antes,
si mi ahora, no tu ahora
me duelen los huesos del ayer
y ahora, con la miel, el bálsamo
no es tuyo esta vez, sino alguien más
que conocés y no,
porque no me decís, solo no
porque es mi búsqueda
y tus placeres del silencio.

IV
Hendí las miel en medio de la montaña
esperando el milagro
pero ni siquiera el ave
ni siquiera ese pequeño dios...

...todos atareados con las frágiles consecuencias
de los pasados desatados
que tan simples y tan vacíos
pero nada, la ocupación
de las mentes,
la guerra a los momentos
que nadie pudo,
que poco soy
que nadie observa.

V
El manzano en la colina,
el manzano en la más alta montaña
el secreto de su dios personal.

La verticalidad de las flores,
las sombras diagonales a la luna,
la soñada directriz de la orquesta
que repite escafandras
en caída, en lluvia.

El manzano susurra, habla lejano,
dista,
encuentra nombres secretos
y pierde las líneas de los seres
y mezcla las líneas de los seres
los llamados senderos, los llamados caminos,
confunde los límites de las imaginarias tardes,
sofoca las rebeliones sensibles
que buscan dinamitar la experiencia
sonando invisibles y certeros
en el fuego de las mañanas.

VI
Las suertes desdichadas
que se cruzan de vereda, que no quieren
que no se nombran
que listas se pudren en el viento.

Las suertes que me tocaron
las suertes que no me tocan.

¿A quién dan su sonoro respiro?
¿A quién rozan dulces
en el mar de toda delicia?

Pensaba acaso en la suerte del sentir
en la suerte del perder
y acaso hallar como nombre disímil
de todo yo un poco yo
por esta tarde que se fue
y las que se irán
en los secretos, en las superficies
de ese algo...

¡Ese algo!
Que repito la magia,
que la magia ya no existe.

VII
El viento
el socorro del aire
para las ideas que se nos van
y entonces alguien...

Alguien puede tomar el pétalo
el pétalo del pequeño ser
que se escapa, que siempre
escapa y da nombre a la marea

y ¿Vuelve?
Esa marea desarmándose,
esa marea ebria de calma,
que nos trae el mensaje secreto

al final,
nos suenan los pétalos,
nos susurran los escapes
y nosotros
de a cuerpo de a dos
podemos.

Sí.

1 comentario: