jueves, 23 de junio de 2011

La inquietud y la galaxia en espera

I
Asoma el pañuelo al pie
atando el suelo a la compañía
y los danzantes átomos se quedan
en el círculo voraz del tiempo.

Decí tu nombre
y construí tu árbol.

Los pasos no se detienen jamás
solo pueden encontrarse
entre sí
y entre no.

II
Preguntaron
y la respuesta era perfume;
a todo respuesta era
que ya nadie quería oírlo.

Amarré el viento a mi montaña,
y lo bailo con mi ceguera de colores
¡Sólo tres!
Que dibujan mis ojos,
que sacuden mi ánima
descansada del cansancio
por la tierra y la arena
y el aire
que sostiene la comedia
mientras pueda sonar
la campana
y la otra campana.

III
Sed
y oriente errado
al otro extremo
de la cosmovisión que entonces
consumo las porciones de hojas
que se desprenden de las estaciones vacías;
de no encontrar el sendero que sea la suma
que sea la multiplicación admirada
de las borrascas incansables
que dejan una línea de sol
tan ínfima
que la guardo en el bolsillo.

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