domingo, 5 de septiembre de 2010

En la ciudad del sol


En la ciudad del sol,
donde el sol cae sobre las inútiles casas
en la deriva del tiempo,
en la ciudad del sol
quise arcilla para moldear la llegada
la llegada de la forma, de la Galatea
de mi desvelo pálido.

Tuve arcilla en mi mano,
inquieta,
que intentaba aparecer la nueva forma
de lo inalcanzable que,
en la expansión irrefrenable de las galaxias,
pudo acercar el átomo primigenio,
de una consistencia nacida de la imaginería,
(de lejos tan lejos tan aire)
a la arcilla inquieta que quería la forma
ansiaba la forma
para sorprenderme
tras una esquina cualquiera
del omnipresente sol.

En la ciudad del sol,
el sol perpetuo
no se oculta jamás.

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