domingo, 12 de diciembre de 2010

Franjas de tiempo y espacio diluidas en cromo

I
Ya no teníamos copas
y solo teníamos agua.

Un gran pájaro azulado se quedó en donde una vez había una ventana.

El aire recordó la cortina de una vez
en que se sacudían los acordes de las voces
de una charla sin registros
de las mejores voces del mundo.

La mesa cayó bajo los años
y los relojes apilados sobre ella.

Las sillas perdieron el equilibrio
y solo nos quedan las posiciones extrañas
para contemplar la inexactitud de las esquinas.

¿Qué pasó en este tiempo, que fue lo que no oí?
Ya no puedo hablarte sin electricidad.

II
Las ropas las olvidó
y se fue así por el cromo de la calle
despertando las baldosas en las marcas de los pies.
Y podía ver entonces la sangre oculta de las cosas
¡Cuánta sangre!
¡Cuántos pies mezclándose sin sentido!
Se cruzaban, se chocaban,
en los vaivenes inciertos de ciegos
que decidieron olvidar las formas.
Y él no tenía ropa
y el que ahora veía.

III
No había hoja que resistiera su pluma;

quiso escribir un pájaro en el blanco
vacío y expectante. Y la palabra resbaló
y se fue calle abajo, desnuda en el cromo,
escapando bajo las frías luminarias del día.

La pluma desmayó su voz
y negó el concierto de aves
que aquel imaginaba. Y se fue en el cromo también.
Nada quedaba con él.

Aunque alguien encontró el pájaro
no supo bien que hacer con el
y el ave murió de sed.

IV
Un mar en el bolsillo
fue un peligro para el sentir sobre la otra piel.

Ella estaba oblicua en el sol
que desandaba faroles rotos
cuando el mar
y en el bolsillo el otro mar.

El muelle llovió a los dos.
Y el soltó el mar,
y la ropa estaba mojada y la ropa que había recuperado
ahora la volvía a perder así, le dijo ella
inundada como el.

Corrió ella a buscar alguna tela colgando de algún cable.
El quedó con la ropa húmeda, secándose bajo la lluvia.
Ella quiso volver
y no lo pudo encontrar.

V
Ebullición de cementos
diluviando la venganza de la mudez
cuando todos corren
cuando todos se aislan
del fuego incorrecto de las profecías.

¿Nadie nos avisó?
¿Nadie dijo que el gris es el color de la traición?
¿Nadie dijo que algo hay en aquel arco del cielo?

Ahora todos corren
perdiendo los colores
que después de tanto tiempo.

VI
El halló la explosión ardiendo en la mano
con la que tapó el sol
que le quemaba los ojos.

Ya su ropa no chorreaba
y había estado tanto, que el sol lo había apresado
atando su sombra al muelle que ya no tenía mar.

El agua se iba,
y nadie podía humedecerse los ojos
de ya que tan tarde era.

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