sábado, 28 de enero de 2012

Desérticas


I
Mi piel
está cada vez más seca

los labios
ansían más el agua

los pies
ya no saben nada

o si.

II
El desierto
de no moverse

la parálisis
de todos los lugares es el mismo lugar
de todo es una repetición de la arena
que se reproduce a si misma

por la cuadratura de los puntos cardinales
por cada extremo de nuestra duda,
cada fragmento de nuestro miedo.

III
La jaula
permite entrar el aire de fuera
y solo así se sabe qué allá
el viento se lleva la arena

la jaula que es el desierto
la jaula que es más pequeña que nuestros brazos
y solo así entonces
entender que la fuerza
sobre el tamaño, alguna vez

con la fuerza de las pisadas.

IV
Los animales que bajo las estrellas
los llevo en mis brazos
y en mi espalda el cuervo del desierto
en el opuesto de la noche, el opuesto de su color,
la seña de la luna sobre la sangre que corre
y sube por todo mi cuerpo.

V
Que música se oye en el desierto
en la tarde, la casi noche,
cuando la vida se esconde
por todas las sombras

la música del desierto,
me quedo con arena en las manos
y el viento la lleva,
la brisa,
que sopla en cada huida
en cada guardar el alma
que en la noche
podría ser robada.

VI
Lo humano de la carne y la sed
el viajar en el tiempo a la comodidad de la madre tierra
que es esta, que es la otra

quizás

el vértice
entre el dolor
igualado al placer
y correrse un poco,
al otro lado y al otro,
pero solo un poco.

VII
En el desierto
no hay espejos
ni siquiera el agua refleja tu rostro
ni los ojos de los animales
sos la nada misma
buscando su forma
con la falta del todo lo otro

las dos nadas
frente a frente
a completarse
cada herida

y mana sangre...

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