en mi espejo,
en las telas de la casa,
el sueño que te arrastraba
en la sonrisa muda
cada rincón;
la ventana dejaba cada día
algún verde, algún rojo,
algo lúcido, vibrante
la hierba o la montaña
el agua o las nubes ciegas
todo por un cielo
en otro ángulo existente.
Pálida ausencia,
pálida mi mano
en el momento de nuestros cruces
en la noche blanca
y caen todas mis cosas de la mesa
quedándose en el aire.
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