domingo, 17 de febrero de 2013

Las Noches Claras

I
Si se me permite algo simple
quiero verte reír
porque no sé, por el misterio,
por ese extraño color en mis sentidos,
o por una imagen al cerrar los ojos.

Y no tengo en claro las extrañas leyes
de tu cuerpo, en otra orilla,
con tanto viento que cambia tu forma.

No puedo tomarlo
ni con las manos ni con las palabras
(quizás alguna música),

pero la sonrisa clara
despierta siempre
con la primera claridad de tu día,
al final de estas palabras
poco antes del sueño.

II

Una habitación
sin paredes,
sin techo,
solo ventanas
y los faroles de la noche
para el humo de nuestros cigarros
cuando la luna avance sobre el río,
sobre los muelles abandonados.

Los días huyeron ya
y bebemos un trago
para celebrar el triunfo de la noche
que nos besa antes del alba,
cuando ebrios dormimos
sobre la derrota del otro.

III

Tu hora nunca está
en ningún reloj de ninguna playa;
tu tiempo
oscila con las desavenencias del no de los pájaros
cuando deciden negar el día a los hombres.

Tu no profundo
añora el sí de los días viejos,
con los dedos de la mano
armando los castillos que algún día
y las sombras gigantes de las cosas
decidiendo las formas de los malos sueños.

Y ahora
en el contraluz de la calle,
el surco de tu pelo en el aire
y mucho después
la sombra
con restos de tiempo,
rotos,
junto a una canción sin terminar.

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