sábado, 13 de agosto de 2011

Llamo a la respuesta

I
Puedo decir que lo veo,
ahí, naranja e inquieto,
sonándose el cansancio
por el tiempo gélido y apresurado
en que le llevo al final,
la respuesta
tan obvia
que mis huesos no la hallaron.

Sentado con el futuro,
de lado,
adivinanzas predichas
y contestadas en el aún antes,
adivinanzas
mi corte de sueños
en la lluvia invisible
del naranja
del futuro
y los cantos.

II
Esa alquimia ciega
rociada con tantos perlados días
de inquietudes
en hilos secretos
que nunca se terminan.

Esos días, esas perlas,
tan ciegas de su mentira
tan claro yo en la verdad opuesta,
jugando los dos
con que el cielo nunca se iría
sin avisarme.

III
La madurez es el miedo total,
cuando aceptás que sos un muerto
que solo busca y busca en los cofres
las dinastías perdidas de las hojas.
cuando el frío resbala por tu paso,
cuando el túnel se dispara de golpe
tan seco y lejano el segundo
y ya el otro lado

y en el pasado
quedaron las cintas atadas al árbol
con las cifras
de nuestras memorias.

IV
La memoria se detuvo acá
y pide nuestra alma
por tan mísera porción de ventana
aquel enmarañado día de todo tan gigante
y ahora sabemos
que los viajes terminan
muy cerca del bolsillo.

V
El duro beso de la calle
(obnubilado ayer, el golpe,
me rearma el desarme)
la dura mejilla de mis huesos
que hoy existen
y descubro el peso de la materia
por vez primera.

Mis manos se quedan acá
ya no puedo olvidarlas
y perderlas,
las manos
y los pies
se pierden en las divisiones
de la distancia
y somos cada vez más pequeños.

VI
En la estación
el vagabundo nacido
por la dejadez de las ropas.
y el silbido del aire.

Y los trenes
y el azar.

En la estación
el pan de ayer
los viejos diarios
y las historias.

Y los trenes
y el azar.

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