I
Me enredo siempre,
a cada rato,
simple gusto que tengo
por que todo me muerda;
así las ciudades
se anuden mi proa celeste
que empieza en la mirada
y termina en la nuca.
II
El día desarreglado
por las paredes
y preguntan lo feo
sin admitir el desliz
que una luz mal puesta
pueda soltar los pájaros
en los lugares ayer equivocados.
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