viernes, 29 de abril de 2011

Viejas idas

I
Pasé el arco de tu día primero,
entoné la suave melodía
que abre los cielos
que suelta las nubes;

quedó la montaña silbando,
sentí la galaxia recorriendo mi mano
y ardía de fuego
cuando apagaste la hoguera
y el cielo se secó.

II
Abandoné las ropas místicas
y me perdí en el desierto.

Anduve arenas y soles muchos
que anidaban mi frente,
cuando los espejismos me desarmaban.

Anduve las dunas lunares,
alcé la sed a los pájaros
y dormía ya,
peregrino de quién sabe dónde...

III
Las largas ventanas me rodearon
con su parcialidad de mundo,
con su queja de mirada nuestra,
el quejido ácido de la pureza.

Soy, fui, seré pequeño tan
tanto, que así me arrodillan las ventanas
ya me sofocan las cortinas insostenibles
que me piden los mares
y las ventanas las abandonan
con un desprecio sordo
por nuestra cara
y las manos de las telas.

IV
Oigo a los chacales
que sonoran la arena
con la voz en las pisadas
y los mudos aires
que toman de mi aire
y qué vida
qué misterios
se terminan tan pronto
que entonces nunca van a entender...

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