miércoles, 6 de abril de 2011

Restos

I

¿Reentré el perímetro húmedo
de la lluvia
que sin cesar
hará, a su sed
los inalcanzables esparcimientos
la tierra en su giro lento
abrazará la esfinge,
las uvas
de la ilusión?


II
Encendí la lluvia otra vez
cansado del motor de tus maniobras
hundido del ardor de las tan sombras
que enumero los números de tus números
me enigmo a mi en tu pecho
caigo en la escalera de tus idas
socorro las pendientes en el alba.

Ay, mi dulce primer amiga,
que tanta mañana fue, que un encanto
que unos suaves soles
esparciéndose en las granjas de aquella infancia
¿Te acordás?
Esa que vivimos
desde la distancia.

III
Las llamas
caminaron el pasillo
era tan tarde
que tu pelo yacía plácido
que las aves dormían rápido
por las mañanas imprevistas
pero esos fuegos, esas llamas
caminaban el pasillo, con el silbido
con el chasquido de los sin nombre
que pasó tanto tiempo, si ustedes,
y ellos ya ni nombre
sino la igualdad
entre todos ellos
y no son sólo uno.

IV
Las parsimonias limpiaron el palacio
de tan caras largas tanto suelo
tan cara, cara que se alarga,
como siempre
por la parsimonia que limpió el palacio
con las caras
con los amos.

V
Engranaje caído, levantado
por la humedad
y esa fuerza, ese vigor
que los ancianos se te sientan encima
y arman sus cartas
aunque el mazo no esté completo
y haya fuego en un barril
y la nada en los estómagos
oh, engranaje, sabés
que los últimos días
son lentos
y ese fuego
y esa poca risa
serán lo último
hasta esa plácida eternidad
en que te vas desvaneciendo.

VI
Cartas llenas de sombras
cartas encolumnadas al último palacio
ese lejano, que al llegar ya las piernas,
ah, el último palacio.

Las sombras se posan en los hombres
y ellos confunden cuervos
y los no soles.

Las cartas se endilgan los sueños más negros,
que de tanta capa blanca
poco resto para no ser comido.

VII
Antiguamente se soltaron
los andamiajes de las manos
y cuando todo se veía
se crecían las sequías.

Enlodados los hombres,
secos de amaneceres,
quietos de sueño,
lejanos de llanto
todo se quedaba
en remolinos silvestres
caminando lentamente
acariciando el ángulo
caído de su triste mirar mar.

VIII
Callando lo que queda
guardando la media sombra
del dormir, de la alerta de los mares
que sonoran a lo lejos
las cuadrículas en relieve
cansarán, perderán
sus olas de siempre
marcharán a la nieva
a llorar sólidas penas
lejanos de los sólidos que sueñan el líquido.

IX
Enredados enredo de siempre
que cuantas veces, hermano sol, me viste así
tan paciente en los días del antes
y tan esgrimido los días después
que te sorprenderías
si dicen que aprendemos en alguna vez
aunque bueno, yo no, y lo sabés
esos de perfumes a mi desarme,
rearme al desarme en los vértices lunares solares
y caigo sin césar, bajo tu cuida de alma
bajo tu aluvión de semblanza.

X
Los días, los días, días, díasdías...
¿Cuántos árboles conté?
Los días a día,
tu pirámide de cosas,
tus sueños de grandeza
que te quedaba chica en mi mirada.

A día los días
tu cabeza girando siempre
y nunca supe qué querías decir.

A sol y a día
a noche y nochedía.

XI
Silban la sonata
pintan las sonoras
arman los aéreos
copos de salto lento.

La fiesta se extiende
los valles y no valles
las casas y no casas
los en fin, los en todo,
que suenan la sonata
en los adentros
en los amores.

XII
Esgrimió el saludo
y temieron todos
por el encuentro así
del roce fuerte
que todos cerraban los ojos,
porque sonaban las esgrimas
de manos y temieron
y temieron
y lo perdieron para siempre.

XII
Reentré y ya me valgo
que ni despierto el escape,
que todo son mis globos
que me atan y me llevan
aunque siempre tenga que dormir
y un silbido
explote los globos
y los años
en conseguir curarlos a todos.

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