martes, 4 de octubre de 2011

Un desierto final

I

Esos días
los árboles flotaban en el desierto
y miraban
con las distancias que hay en el blanco
y yo
en el mareo del negro
que no podía dilucidar.

Me esperaban
hacía mucho.

II

Las voces quejumbrosas
de aquellos que habían sabido de la montaña
por la savia,
por las hojas y los mensajes

y me senté
a oír
durante días
en el mutismo del hambre y la sed
en las quejas de la voz por este mundo
y esta puerta circular

los árboles hablaron
y pude dormir
para despertar.

III

Y al despertar estuve solo
en la arena infinita
que el viento llevaba
y traía
(de alguna voz).

Y tuve que sobrevivirme
a fuerza de estadía ardiente
por toda la ropa,
replicando el sol
hasta su más alta consecuencia.

Tendré la marca
en la espalda
y en la mano
la vara
para dirigir el viento.

El resto
es solo viaje.

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