con toda su gravedad
en el dolor de mis pies
y la inutilidad de mis manos.
Los círculos de danzas de años,
silenciosas,
arrastrando mi ánima
solo el dolor
y no comprender otras sensaciones
sino en la plegaria secreta
que todos los hombres alguna vez
a alguien que del otro lado nunca va a estar
y entonces es el espejo
y es el cielo
y el desierto
y vuelta a empezar.
Aunque por hoy
quizás encienda un fuego
en el centro
de al menos uno.
No sé cuantos hay.
Y más tarde sabré si en verdad importa.
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